Cada vez son más los niños y adolescentes en España que atraviesan dificultades emocionales serias. Lo peor de todo es que, a menudo, no tienen las herramientas necesarias para manejar lo que sienten. Este vacío de apoyo está llevando a muchos de ellos a recurrir a comportamientos autodestructivos, como hacerse daño, porque sienten que es la única manera de lidiar con el dolor que llevan dentro.
En los últimos años, la cantidad de menores con problemas emocionales ha aumentado de forma alarmante. Incluso niños de tan solo 10 años están mostrando signos de trastornos graves, como el trastorno límite de la personalidad. En lugares como la asociación AFENES de Málaga, se han dado cuenta de que muchos jóvenes, al no saber cómo gestionar sus emociones, terminan recurriendo a las autolesiones. Esta situación, que antes se veía más en adolescentes, ahora afecta incluso a los más pequeños.
El estrés, la ansiedad y el miedo están desbordando a nuestros jóvenes, que muchas veces se sienten atrapados en sus propios pensamientos. Además, factores como el bullying en la escuela o las expectativas sociales tan altas que se les imponen, empeoran aún más la situación. El problema es que, muchas veces, estos temas no se tratan cuando son pequeños, lo que hace que los niños crezcan sin aprender a manejar sus emociones, y eso solo acaba perjudicando su bienestar.
El papel de las redes sociales en la salud mental
Las redes sociales juegan un papel enorme en lo que está pasando con la salud mental de muchos jóvenes. Lugares como TikTok o Instagram, donde uno pensaría que solo hay vídeos graciosos o retos virales, también se han convertido en sitios donde los adolescentes buscan desahogarse… pero no siempre encuentran lo que necesitan. A veces, en vez de apoyo, lo que se encuentran son mensajes que solo hacen más grande el agujero en el que ya están metidos. Contenidos que hablan de autolesiones o incluso suicidio circulan como si nada, y eso solo aumenta su angustia.
En vez de sentirse acompañados, muchos se acaban metiendo en grupos o comunidades donde todo gira en torno a ese mismo dolor, y eso les hace más difícil pedir ayuda. No porque no la necesiten, sino porque empiezan a pensar que no la merecen o que nadie los va a entender.
Francisco Villar Cabeza, un psicólogo que trabaja en el Hospital Sant Joan de Déu, ha dicho algo que da que pensar: los intentos de suicidio entre menores han pasado de 250 a más de 1.000 al año en muy poco tiempo. Y no solo eso, también ha crecido muchísimo el número de adolescentes con trastornos alimenticios.
La falta de respuesta y la necesidad de intervención
Aunque algunas comunidades han intentado mover ficha con planes para prevenir estos problemas, la verdad es que todavía vamos muy por detrás de lo que se necesita. Lo dicen los expertos y lo vemos en el día a día: el sistema de salud no está preparado para atender a los chavales desde el minuto uno, cuando empiezan a notar que algo no va bien por dentro. Y claro, cuando no se les escucha a tiempo, muchos terminan en situaciones muy duras, como alejarse de su familia o quedarse totalmente solos.
Por eso es tan importante que todos: padres, profes, políticos y medios de comunicación nos pongamos las pilas. No vale con mirar hacia otro lado o pensar que esto es algo que solo pasa en casas ajenas. Hay que hablar del tema con naturalidad, sin tabúes, y sobre todo, sin señalar a quien lo está pasando mal.
También los medios tienen un papel clave. No se trata de silenciar el problema, pero sí de contar las cosas con cuidado, sin convertir el dolor en un espectáculo. Y, sobre todo, hay que crear espacios seguros donde los chicos puedan hablar de lo que sienten sin miedo a ser juzgados. Porque cuando alguien se siente escuchado, empieza a ver que sí hay salida.
En resumen, lo que está pasando con la salud mental de nuestros niños y adolescentes no puede seguir esperando. No es algo lejano ni raro: está ocurriendo muy cerca, y quizá más de lo que imaginamos. Por eso, toca dejar de mirar hacia otro lado y empezar a movernos. Debemos escuchar más, juzgar menos, estar presentes, y sobre todo, ofrecerles un espacio donde puedan sentirse seguros y comprendidos. Porque con el apoyo justo en el momento justo, muchos de estos chicos pueden salir adelante. No necesitan héroes, solo adultos que estén ahí, con ganas de acompañarles de verdad.